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CONJUNTIVITIS: NO SON LAGRIMAS DE COCODRILO
Picor, escozor, quemazón, lagrimeo, ojos enrojecidos y fotofobia son algunas de las señales inequívocas de sufrir conjuntivitis Ante los primeros rayos del sol y chapuzones estivales la amenaza de sufrir una inflamación en los ojos, más conocida como conjuntivitis, vuelve a aflorar, como cada año, en niños y mayores. Mientras que las conjuntivitis alérgicas son más comunes en primavera, por el contacto con los pólenes, las bacterianas son propias del verano, sobre todo entre la población infantil. Y las conjuntivitis de piscinas también se detectan más durante las vacaciones. Por eso, adoptar ciertas medidas puede ayudar a prevenirlas y a disfrutar del ambiente primaveral y estival sin problemas oculares.
Picor, escozor, quemazón sensación de un cuerpo extraño o arenilla, lagrimeo, ojos enrojecidos y fotofobia (hipersensibilidad a la luz) son los síntomas delatores de la conjuntivitis o inflamación de la conjuntiva, una membrana mucosa muy fina que tapiza interiormente los párpados y se extiende a la parte anterior del globo del ojo. Su función es conferir protección a los ojos, ya que están expuestos de manera continua al ambiente externo. Esta inflamación puede originarse por distintas causas y ser de origen infeccioso, alérgico o irritativo por contacto con ciertos productos.
Infecciosas, alérgicas e irritativas
Las conjuntivitis infecciosas se caracterizan por una hinchazón en los párpados y secreciones o legañas, además de los síntomas típicos de este problema ocular. Pueden estar provocadas por virus, bacterias u otros microorganismos, como ciertos hongos o parásitos. Este tipo de conjuntivitis la padecen de manera frecuente los niños pequeños durante los dos o tres primeros años de vida. A estas edades gatean mucho, y es fácil que se infecten con bacterias y otros gérmenes que están en el suelo y después se lleven las manos sucias a los ojos y se los froten. Además, son ellos quienes suelen contagiar al resto de la familia. Las conjuntivitis alérgicas surgen por la exposición a los pólenes de las flores y los árboles. Y las irritativas se forman por la entrada de una partícula orgánica en el ojo, por contacto con productos químicos en el medio laboral, como ácidos y alcaloides, o con los productos de limpieza del hogar e higiene personal. Entre los primeros figuran la lejía, los líquidos para fregar suelos, los desengrasantes y los jabones de limpieza más agresivos. Como productos de higiene personal destacan los champús, aunque la afección que suelen provocar es de tipo agudo y leve, así como los artículos cosméticos, aunque cada vez hay menos casos debido a la utilización cada vez mayor de productos de tipo hipoalergénico.